¿Qué tan disruptiva ha sido mi historia? Pareciera ser que no tanto: nunca he sido portada de diario o revista, no soy parte de ninguna invención trascendental ni de alguna empresa revolucionaria. Tampoco poseo galardones deportivos ni habilidades que me hagan destacar en lo político o las artes.
Sin embargo, mi historia está llena de disrupciones íntimas que fueron rompiendo mis limitaciones personales. Con medio siglo de vida, he aprendido la importancia de comprender, aceptar y convivir con la incertidumbre, que no es sinónimo de vivir sin miedos, sino a través de ellos.
Me crié en una familia tradicional y conservadora, con un camino claramente trazado, en el cual mi título de Ingeniero Forestal sería una columna vertebral para una vida laboral segura y exitosa, dentro de alguna gran empresa, camino que desanduve al poco andar y que grandes conflictos me trajo con mi padre.
Tras mis primeros cinco años de experiencia laboral formal, salí del mundo corporativo y creamos con mi esposa nuestra primera consultora. Ella siempre más arrojada que yo, me convenció y la seguí. Con 32 años estábamos asesorando a gerentes del retail. Recuerdo las palabras de uno de ellos, cuando me dijo que me faltaban “cicatrices” para andar a esas alturas. Pero las cicatrices llegarían, son inherentes a la vida. He conocido muy de cerca éxitos y fracasos.
El 2006 optamos con Lorena, mi esposa, migrar de Santiago con nuestras hijas de 5 y 3 años, buscando una mejor calidad de vida. Elegimos la zona rural de Quintero, donde nuestra casa y oficina compartían mismo domicilio y el único cable que nos llegaba era el de electricidad. Recuerdo evaluar las posibles casas con celular en mano para ver si había señal que nos permitiera trabajar a distancia. Implementamos el trabajo remoto 15 años antes que la pandemia Covid lo pusiera de moda, pero de todas formas llegábamos a viajar hasta cuatro veces a la semana a Santiago. Sin embargo, siempre hubo tiempo para la familia, prioridad primera para nosotros. Me di el lujo de ser uno de los pocos papás que podían asistir a todas las presentaciones escolares de nuestras hijas.
El 2010 obtuve mi MBA tras dos años y medio de estudios en Santiago, con gran ausencia en casa, mucho apoyo de Lorena y muy pocas horas de sueño. Los nuevos conocimientos fueron un importante aporte, sin embargo, los años más difíciles en lo financiero estaban por venir, siendo 2012 y 2013 los peores. La constante reinvención y autocrítica, más la ayuda que recibimos de cercanos, nos permitió resurgir, cada vez con más humildad, lo que nos enseñó la importancia de la adaptabilidad y flexibilidad, pilares de lo que hoy somos.
El 2020 me reencontré con la fotografía naturista, pasión que estaba en hibernación desde los años 90, cuando en aquel entonces produje y vendí postales de Chile, más por hobby que por negocio. En esta nueva etapa me avoco a la fotografía de aves para enseñar ecología en redes sociales y a inicios del 2023 decido publicar un libro sobre aves, el cual estoy escribiendo en la actualidad, decisión que tomo un día cualquiera tras una epifanía: lo único que me detiene es el miedo a que no resulte, y si no resulta, eso es lo más grave que puede pasar.
A fines de 2021 pierdo para siempre un cuarto de visión en el ojo que uso para fotografiar. A principios de 2022 casi muero por descompensación tras una cirugía compleja de reemplazo de cadera y hacia fines del mismo año me diagnostican cáncer de piel y vivo 3 meses sin saber si tengo metástasis en mi cuerpo, lo que se descarta días previos al Año Nuevo: vuelvo a nacer el año 2023. Logro transformar todos estos sufrimientos en nuevos aprendizajes, siempre apoyado por Lorena, mis hijas, familia y amistades… la música y la naturaleza.
Obtengo nuevas comprensiones sobre la vida y entiendo que lo importante es entregarse a una causa o meta con total convicción, sin importar que el resultado sea el esperado, porque no todo está en nuestras manos ni bajo nuestro control, aprendí a bailar con la incertidumbre. A primera vista, parece contradictorio que habiendo aprendido a desapegarme de los resultados, me encuentre más motivado a tomar decisiones y actuar en escenarios inciertos, sin embargo, esta nueva comprensión me ha regalado la libertad de observar mis miedos, comprenderlos y pasar a través de ellos, pues en definitiva, los miedos son sólo proyecciones mentales y la acción rompe con ellos.
Para ganar, primero hay que aprender a perder y asumir que las pérdidas son tan parte de la vida como respirar: este aprendizaje es por lejos la mayor disrupción de mi historia.
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