Mi aventura comenzó en Noviembre de 1971, cuando nací en el seno de una familia chilena de clase media, ambos padres rompiendo el molde de su época. Madre profesional, independiente económicamente, padre muy presente y cuidador, hogareño. Nací la menor de 3 hermanos, crecimos hermanables y amigos.

Fui una niña estudiosa y ordenada, pero ruda e inquieta a la vez, algo ciertamente desconcertante para mi mamá, que se asustaba por mis locuras, los riesgos que tomaba al jugar, por andar en bicicleta donde no debía, por lanzarme en patines apenas me los habían regalado, por apasionarme con todo, por emprender un viaje a Tierra del Fuego en el contexto de mi práctica profesional, sin conocer a nadie.

En mi aventura, mis estudios secundarios estuvieron fuertemente marcados por los años en el Liceo N°1 de Niñas Javiera Carrera, símbolo del pasado esplendoroso de la educación pública y de calidad. Ahí tuve la fortuna de tener grandes profesoras y profesores, dejando huellas imborrables acerca de lo esencial del ser humano, tener una vida digna y libre. En el liceo conocí los desvelos para los estudios de las matemáticas, para comprender la filosofía y para forjar el espíritu de toda Javierina.

Mi segunda Alma Mater es la Universidad de Chile, donde cursé la hermosa carrera de Ingeniería Forestal, la cual no fue mi primera opción. Pero la vida es tan juguetona, en sus desvíos, nos lleva a caminos inimaginables. Ahí conocí a mi esposo, con quien llevamos 32 años compartiendo nuestras vidas.

Pero aunque siempre he amado la naturaleza y estar en armonía con ella, dentro de mi seguía la inquietud por emprender un camino propio y diferente, en el cual pudiera aportar con mis conocimientos y habilidades, con mi capacidad de ir hacia adelante lentamente, pero sin parar.

Esa emoción, es la misma que sentí un día del año 2001 cuando ya había nacido mi primera hija, que me dije: quiero ser independiente.

Hice varias cosas en ese tiempo, sin mucho éxito, sin comprender bien de qué se trataba la experiencia de emprender este viaje de hacer empresa. Y no fue hasta 2004 que con mi esposo fundamos nuestra primera empresa, la cual atravesó crisis importantes y logramos reflotarla, dejando todo nuestro esfuerzo y recursos en ella.

En el año 2006, cuando nuestras hijas tenían 5 y 3 años, decidimos trasladarnos a vivir a la Quinta región y así llegamos a Quintero, en la zona de campo, lejos del centro, del colegio y de Santiago, centro de los negocios. Así comenzamos un alocado y hermoso periplo de crianza, viajes, trabajo en casa, hacer familia y darlo todo por ver crecer a nuestras hijas en un entorno bello y sano.

Ceroazar, nuestra empresa, es producto del viaje, de las enseñanzas recogidas en cada caída, de los miedos vencidos y otros aún por vencer. Es producto de pensar y repensar de qué forma soy útil a la sociedad, de iniciar un camino sabiendo que éste se desviará porque la vida es así, inesperada.

 

Hoy tengo 51 años y mi aventura está en medio de grandes procesos, como madre, como mujer, como profesional, como emprendedora.  Mi aventura es decidir hoy, atreverme a seguir aventurándome y descubrir de qué soy capaz, qué cosas nuevas puedo aprender y así mejorar y acompañar a nuestros clientes en sus propios procesos.

Mi aventura soy yo misma.

 

 

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